jueves, 8 de octubre de 2009

Unas palabras pensadas para ser dichas y que terminaron impronunciadas porque su autor fue invitado a decirlas en el lugar equivocado.

Presentación.

Estoy muy complacido  de estar esta noche aquí, frente a este selecto grupo  de paisanos y paisanas para presentarles mí modesta pero profundamente sentida obra del género literario: titulada Mogotocoro, El último Chitarero. Es un relato de ficción histórica, acerca de la conquista  de los territorios  de la cuenca oriental del rio Chicamocha,  o del sur de Pamplona,  territorio que actualmente es jurisdicción de los municipios de Guaca, San Andrés, Cepitá y Umpala.

El relato está inspirado emotivamente por la obra "Monografía histórica de Guaca" que es una  exhaustiva recopilación   de documentos históricos desde la conquista hasta la guerra de los mil días de esta región oriental de Santander, realizada por  Don Prospero  María Jaimes Camacho, quien motivado por su amor  y curiosidad por la historia de su comarca y a sus genuinos antepasados los aborígenes Chitareros, nos los presenta a través de los documentos históricos que tienen la mirada despreciativa del cronista español quienes  se limitaron a describir su fisonomía, su vestuario, sus costumbres, no se refirieron a los cultos solamente los calificaron como  idolatras, a presentar un mediocre y subjetivo perfil psicológico que los denominó como taimados, maliciosos, arbolarios,   desconfiados y perezosos.

Los documentos históricos son mezquinos en la descripción de la sorpresa y la abrumadora  conmoción del encuentro  con la presencia  del  conquistador;    - fue más  una  alucinación- al ver esos seres  nunca imaginados por ellos, turbación que los llevó en un primer momento a creerlos dioses.  

Continuando con una rigurosa cronología la monografía citada,  nos presenta los documentos que testifican la penosa tragedia de su sometimiento y el  tener que llevar de manera ambivalente entre  resignación  y rebeldía   por siempre el trágico destino   que les trazó el invasor con su insaciable  codicia, abusando de la superioridad cultural,  tecnológica  y militar.

Literariamente mi relato  está   influenciada por la novela épica sobre la colonización  norteamericana del escritor  James Fenimore  Cooper, titulada  "El ultimo Moicano";  de donde me surgió la idea de escribir  una historia  de ficción y de  la necesidad de recrear  la historia de la conquista de otra manera, que fuera más amena que la lectura de los documentos históricos y pensando en que sus destinatarios fueran todos los amantes de la lectura y la curiosidad por su propio pasado.

El otro aspecto que influyó en el desarrollo   de la obra fue la estructura de pensamiento que  tenemos los profesores, caracterizada  por tratar de hacer del conocimiento un divertimento, algo sencillo y agradable para los estudiantes.  

El relato de Mogotocoro está narrado con lenguaje sencillo, pero salpicado de términos de la lengua chibcha, de los cuales sobreviven  en el lenguaje  actual de los pobladores de la región  los topónimos con las que  se nombran lugares, como Litas aga, que castellanizado significa "valle  abajo de la piedra", según el uso  popular "piedra abajo", o cupa aga, que significa "valle arriba o encima de la piedra"; antropónimos,  los que actualmente figuran como apellidos, entre los que tenemos Chipagra, Chanagá, Matagira, entre otros muchos; nombres de plantas, de animales, objetos  de uso cotidiano, comidas como "arepa" que para ellos significaba  comida de maíz, o "ajiaco" que significa comida en general, sustantivos como Chichagüi  que significaba para ellos enfermedad, Chacúa que significaba  muerte, entre muchos otras, pero que castellanizados cambiaron de sentido. 

Es pertinente recordar que según las crónicas históricas cuando este territorio pertenecía administrativamente a guaca se llamó "valle de litasga"; por lo tanto y para hacer honor a los dos aspectos más fuertes de nuestra  identidad,  la cultura judío cristiana y la aborigen, este municipio se debería llamar "San Andrés de Litasga",  así como en el departamento del Cauca para honrar los dos ejes culturales de la región, un municipio se llama, "San Andrés de Pisimbalá". Son muy bellas y sonoras estas palabras, la nuestra, Litasgá y la de los caucanos   Pisimbalá.

¿Por qué el nombre de Mogotocoro y no otro cacique de la región? Fue una decisión arbitraria que tomé influida más  por los afectos hacia la vereda donde  nacieron mis abuelos paternos y donde tenían sus propiedades; igualmente  había podido ser  cualquier otro  nombre del abundante numero de de jefes,  aicas, o sibintibas, que en el momento de la conquista habitaban la región; fundamentalmente  con el nombre de "Mogotocoro" mi pretensión es la de exaltar la memoria y el legado no solo  racial sino cultural de todos los aborígenes y sobre todo la dignidad, que es el aspecto más olvidado y menospreciado por los cronistas de indias y por la "historia  oficial".

El argumento y narración pretende  hacer ver al lector que estos pueblos precolombinos, silvestres y terrígenos, tenían una cultura representada no solo  en el lenguaje, aun sin escritura pero en vías de tenerla, puesto que los pictogramas y grabados son los inicios  para llegar a ella. -de los cuales  tenemos  buen número de testimonios en nuestra localidad-. Su cultura también  estaba representada en su cosmovisión de carácter mitológico como la de todos los pueblos  primitivos del planeta; en una organización tribal de castas familiares; organización política con un gobernante de carácter vitalicio  y hereditario, en algunos grupos, y en otros   elegido entre los hombres más valientes, inteligentes y con el liderazgo requerido para que  hiciera sentirse seguros a los miembros del grupo; Su cultura también estaba representada en normas y principios  que regían la vida en grupo, lo que indicaba una insipiente organización social; sacerdotes y chamanes, hechiceros y curanderos para aliviar los males del cuerpo y del espíritu; una organización  tribal de defensa con una ética del combate y culto a la valentía; un credo mitológico de culto a la naturaleza y a un poder sobrenatural,  con sus ritos, cantos y representaciones simbólicas;  culto a los muertos y la creencia en una   vida después de la muerte física.  También tenían expresiones de cultura gastronómica con productos cuya materia prima era  maíz, la arracacha, la yuca, el corozo, el frijol  entre otros. Un sistema numérico de base decimal para contar, lo que indicaba rudimentos matemáticos, conocimientos de geometría  expresados en la arquitectura, astronómicos  representados en el calendario lunar.

Todos los aspectos culturales enumerados  fueron subestimados y menospreciados  por la arrogancia y prepotencia del invasor, los cuales quiero  recuperar como memoria histórica en estos tiempos en que los sucesos del pasado  sistematizados científicamente -o sea lo que llamamos historia- son menospreciados y se han minimizado en la educación escolarizada, llevándonos a ser pueblos sin identidad cultural y con autoestima personal y  colectiva muy débil. Uno de los aspectos más relevantes  de la cultura de estos pueblos aborígenes es el    vivir en armonía con la naturaleza, porque para ellos era un principio natural ontogenetico que en la modernidad sus descendientes perdimos al considerarnos  exclusivamente, "seres culturales". Haber abandonado este principio legado de nuestros aborígenes,  nos ha llevado a que se nos esté haciendo difícil la existencia en el único lugar que tenemos en el cosmos para vivir.

Es conveniente hacer la claridad que la intención con esta obra no es idealizar a los aborígenes, pero hubiera sido mejor que en lugar de una conquista, se hubiera dado un encuentro de dos culturas.

El recorrido bibliográfico que inspiró la obra además de la referida de Don Prospero Jaimes Camacho está:    San Andrés, "Una Ciudad con Historia". Y San Andrés en la historia, del historiador  paisano Dr Antonio Cacua Prada; El clérigo y sociólogo Hugo Aceros Cáceres, quien recopilo leyendas indígenas como la de Lisgarero.  Don Juan de Dios Arias  en la obra  Historia Santandereana. El pbro Ismael Mejía Calderón en la obra  Monografía  de Guaca  y el Diccionario y Gramática Chibcha de la biblioteca Ezequiel Uricoechea.

Para terminar quiero dejar claro que no soy un  historiador, soy un diletante de la historia y la antropología prehispánica, que se atrevió a hacer un ejercicio literario de escribir una historia y además se embarcó en la ventura de ser auto editor.

Muchas gracias a todos los lectores porque son quienes le dan sentido a la palabra   escrita. Y  muchas gracias a las personas que me han permitido ésta oportunidad de dirigirme a ustedes. Buenas noches.

1 comentario:

  1. Nelson Castellanos9 de agosto de 2022, 5:31

    Gran trabajo que nos recuerda y exalta nuestra identidad cultural sanandreseña

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